FYI - 01
BOOKS
Eduardo Acosta
11/15/20252 min read


Quiero comenzar estas notas recomendando un libro que aunque es breve plantea una idea que considero fundamental para entender el arte: el análisis obsesivo que Salvador Dalí hace de la obra El Ángelus de Millet. Lo fascinante de esta lectura no es sólo la pintura en sí, sino la obsesión de Dalí por INTENTAR descifrar, durante años, el truco detrás de su poder, el misterio de por qué una imagen con tan pocos elementos genera tanta tensión. Esa búsqueda desesperada por entender qué hace que algo “funcione” es la postura desde la cual escribo todas las reflexiones de este ‘’blog’’.
Esto me lleva a cuestionar una creencia popular: ¿Realmente el artista “hace cosas artísticas”? Yo diría que no. El arte, cuando es bueno, es tanto o más premeditado y estructurado que el trabajo de un contador. La intuición existe, pero opera sobre una base matemática, casi quirúrgica.
Dalí habla de una obra que “funciona” como si fuera una máquina: sirve o no sirve. Esa idea, aunque fría, es reveladora. Porque incluso en lo poético ocurre lo mismo. Uno de mis ejemplos favoritos es la siguiente frase de Pablo Neruda:
“Es tan corto el amor
y tan largo el olvido.”
Es una frase breve, aparentemente simple, pero de una profundidad inmensa. Funciona porque tiene una estructura detrás, una alineación precisa de ritmo, simetría, contraste y carga emocional. El verdadero talento del artista—en cualquier disciplina—consiste en descubrir dónde está ese truco, entenderlo profundamente y luego traducirlo a su propia obra con sus propias palabras.
Sí, las obras transmiten emociones, intenciones y mensajes, pero el peso real se lo da la estructura. Esa arquitectura invisible es la que sostiene lo que sentimos.
Esto aplica a todo: arquitectura, cine, danza, escultura, pintura, música. Cada arte tiene su lenguaje, pero todas comparten la misma búsqueda: encontrar esa pequeña combinación de decisiones que, juntas, hacen que la obra “pegue”, que resuene, que funcione. Es posible traducir conceptos de una disciplina a otra porque, al final, todas responden a principios que pueden analizarse y diseccionarse como lo haría un científico.
Detrás de cualquier obra que “sirve” hay un sudoku de decisiones: probar, mover, quitar, ajustar, volver a empezar hasta llegar a un equilibrio casi matemático. Lo que parece espontáneo suele ser el resultado de cientos de microelecciones alineadas con precisión quirúrgica.
En el fondo, el arte no es un acto de inspiración divina, sino la capacidad del artista para detectar ese engrane secreto que hace que algo funcione… y luego reconstruirlo con su propio lenguaje para luego esconder ese engrane en algo artístico para que tu como espectador, no puedas revelar el truco de por qué la obra atrapó tu atención.
–A menos que seas Michael Jakcson, el si era un artista. En alguno de los siguientes escritos voy a hablar sobre como esto que expliqué llevó a simplificar y ser más directos con esos ‘’trucos’’ que llevó al arte al minimalismo y el minimalismo mal logrado.
